EL PRIOR Y
LA REINA
Nacieron
el mismo año, él en agosto y ella en octubre. Sin embargo, entre ambas vidas,
ya desde su nacimiento, habría una distancia casi insalvable. Él nació en
Villargordo, Jaén, y ella en el Castillo de Balmoral, en Escocia. Él pasó su
infancia jugando en la piedra de las calles de su pueblo andaluz y ella en las
losas de los pasillos y el césped de los jardines de los Castillos de Windsor,
Balmoral y Osborne. Los sueños de todas las infancias se parecen, y es probable
que, aun en contextos tan distintos, él y ella, salvo una impensable excepción,
nunca estuvieran tan cerca como entonces. Quizá también coincidieron en la
brevedad de sus infancias: la de ella podemos pensar que terminó a los ocho
años por la muerte de su padre, la de él a los diez cuando ingresa en el
Seminario Conciliar de Jaén. A partir de ahí sus vidas no tuvieron nada que
ver, sus mundos serían completamente ajenos. Es extraño cómo el planeta, en un
mismo momento, es habitado por seres humanos tan alejados entre sí, por alguien
que está más cerca de un antepasado suyo que murió dos siglos antes que de un
coetáneo con el que podría cruzarse y al que podría tocar. Es como si fuera
exactamente al revés de como es: para cualquiera de ellos, el otro tiene la
inaccesibilidad de lo que se da en una dimensión que no es aquella en la que
nos movemos, en un orden de cosas que ni siquiera rozamos en nuestra
existencia, aunque de él tengamos noticia. Es impensable que entre esas dos
vidas, la de un seminarista y luego párroco y la de la nieta favorita de la
reina Victoria de Inglaterra y luego reina de España, se estableciera algún
contacto alguna vez. Y, sin embargo, fue eso lo que ocurrió la mañana del 14 de
noviembre de 1916, martes, en Toledo.
Ha
pasado casi un siglo y todo ha cambiado tanto que cuesta imaginar qué
sensaciones tenía ese hombre que un día de noviembre de 1916 salía de las Navas
para ir a Toledo. Lo que entonces era futuro es hoy remoto pasado, lo que
entonces podía todavía no ocurrir es ahora inamovible historia. Se libraba la
Gran Guerra, la I Guerra Mundial, tan lejana ya en nuestra memoria que cuesta
pensar que alguna vez llegara a ser actualidad. Poco sabemos de ese hombre que
mira el monótono, quijotesco paisaje manchego bajo una luz casi de invierno.
Conocemos su nombre, don Francisco, su edad, veintinueve años, y que lleva dos
en la parroquia de Navas de San Juan tras aprobar unas oposiciones. Antes ha
estudiado en Roma y enseñado en el Seminario Diocesano de Jaén. Poco más, casi nada en total,
apenas el esqueleto de una vida. Mientras camina por las calles de Toledo en
busca de su alojamiento y mira con ironía – por inaccesible– el hotel Castilla,
de cinco estrellas, se cruza con azacanes que llevan en sus burros cántaros de
agua del Tajo, con niños harapientos y sucios, con un mendigo camino de una
iglesia donde pedir, y piensa en el atraso de España. Llega por fin don
Francisco a la posada de la Sangre, donde se decía que Cervantes escribió La
Ilustre Fregona.
Ha
soltado don Francisco la maleta en el suelo de su habitación y ha mirado
alrededor. Por esos años Azorín ha descrito así los cuartos de las posadas
castellanas: "En los cuartos de las posadas hay unas camas chiquititas y
abultadas; las cubre un alfamar rameado; en las maderas de las puertas se ven
agujeros tapados con papel, y las fallebas y armellas se mueven a una parte y a
otra y cierran y encajan mal. Se percibe un olor de moho penetrante".
Sobre una mesa deja sus libros escolásticos y no puede evitar repasarlos una
vez más. El martes 14 don Francisco va a intervenir poniendo argumento en las
oposiciones para la canonjía vacante en la Santa Iglesia Catedral Primada. Los
concurrentes son de peso, sobre todo D. Rafael Martínez Vega, doctor como él y
canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Guadix, o el también doctor y canónigo
de Ciudad Real Don Evaristo Quirós. Don Francisco, tras pasar de nuevo por el
patio de la posada, sale a la calle.
Toledo
es una ciudad de callejuelas y rejas, y desde hace poco famosa por haber en
ella vivido y pintado el Greco. Don Francisco está cansado del viaje, es
domingo por la noche y hay animación en la plaza de Zocodover. Entra en el Café
El Español y se sienta en una de sus mesas. Levanta la cabeza y
contempla con una sonrisa las pinturas de José Vera en el techo. El café fue
abierto con gran pompa hace unos años "aunando el lujo con el buen gusto,
así como la excelente calidad en los géneros, lo selecto en el servicio y la
economía en los precios", según rezaba la nota de El día de Toledo
en el momento de su inauguración. Hay un periódico atrasado de El castellano
sobre la mesa. Mira su fecha: día 6 de noviembre. En la sección de noticias
aparece lo siguiente:
NOTICIAS
Opositores
En las
oposiciones que tendrán lugar en bre-
ve á la
canonjía vacante en la Santa Iglesia Ca-
tedral
Primada, por defunción del muy ilustre
señor D.
Cándido García de los Huertos, tomarán
parte,
según nuestros informes, los siguientes
señores:
Doctor D.
Francisco del Moral, párroco de la
diócesis
de Jaén.
Muy
ilustre señor doctor D. Rafael Martínez
Vega,
canónigo de la Santa Iglesia Catedral de
Guadix.
Doctor don
Lorenzo Arpa de la Fuente, párro-
co de
Ciruelos, de esta archidiócesis.
Licenciado
D. Tomás Gil Martín, profesor de
Teología
Dogmática del Seminario de Calahorra.
Doctor D.
Fernando Peña Vicente, profesor
de Teología
Dogmática del Seminario de Sala-
manca.
Licenciado
D. Isidro Soto Fernández, profe-
sor de
Teología Dogmática del Seminario de
Astorga.
Doctor D.
José María Bares Carreras, profesor
de
Teología Dogmática del Seminario de As-
torga.
Muy
ilustre señor doctor D. Evaristo Quirós,
canónigo
de Ciudad Real.
Un
tal José Calvo Sotelo firma un artículo titulado "Marasmo", donde
habla de lo secularizador que es el cine. Don Francisco, dejando su memoria y
su pensamiento vagar en las alas del cansancio, recuerda un suceso acaecido
hace unos años, en 1912: un cine se incendia en Villarreal, provocando 62
muertos. Puigvert filma el paso de la caravana de féretros. Una muerte en el cine
inspira al propio cine, ningún arte se va a alimentar como éste de sí mismo.
Todo lo humano empieza a convertirse en espectáculo. En la guerra europea, los
disparos de los cañones tienen lugar al tiempo que los de las cámaras.
En
la capilla del Palacio Arzobispal, a las diez, da comienzo la disertación del
licenciado don Isidro Soto Fernández. El tribunal está presidido por el
cardenal Guisasola, y lo forman, además de él, otras cuatro personas. Justo
cuando don Isidro termina su intervención, el cardenal Guisasola mira su reloj
y se ausenta. Todos saben por qué. Tiene que recibir a la reina Victoria
Eugenia de Battenberg y a su prima Alicia de Teck, y acompañarlas en su visita
a la catedral. No asiste, pues, a los argumentos de los doctores don Rafael
Martínez Vega y don Francisco del Moral Almagro. Éste ha estado algo
nervioso, y no ha tenido tiempo de
pensar en la reina. Pero ahora, satisfecho, al salir a la fría mañana de
noviembre, ve el revuelo que hay en la puerta de la catedral, siente curiosidad
y se acerca junto con los otros dos opositores.
Una mujer dice aquella es la duquesa de San Carlos, a lo que otra
añade y esos de ahí son los marqueses de la Vega Inclán. Pero los ojos
del prior se han dirigido directamente a la figura de la reina, que en ese
momento habla con su prima Alicia y el cardenal Guisasola. Son las doce y
media.
Le
llama la atención la elegancia de doña Victoria Eugenia y sobre todo su gesto
frío, distante, inglés. Separándose sin darse cuenta de los otros dos, el prior
se acerca como hipnotizado por ese belleza glacial que parece esculpir los
rasgos regios. Ella cambia de postura para atender al marqués de la Vega
Inclán, organizador de la excursión, quien le dice que se ha hecho tarde y que
irán derechos al hotel Castilla a almorzar. En ese momento las miradas de la
reina y del prior se cruzan, los ojos azules de Victoria Eugenia reparan en el
rostro asombrado y escudriñador de don Francisco. Dos mundos alejadísimos entre
sí, dos vidas que nada tienen que ver, han coincidido y se miran atentas. Ella
se siente algo turbada, y él percibe ese azoramiento. En algún lugar el hielo
se ha derretido y el prior ha pasado dentro, a una estancia más cálida donde
coexiste el recuerdo de las postales que cada semana le enviaba Alfonso XIII
con la traición conyugal de éste. Todavía no están del todo fríos los "mil
y mil besos de tu Ena" con que ella se despedía del rey antes de esa boda
en la que estuvo a punto de morir por la locura de un anarquista. Las
infidelidades del rey duelen más cuando piensa en el sacrificio mayor que tuvo
que hacer por él: renunciar a su religión anglicana y abrazar la católica, la
de este cura que ahora la mira horadando su porte rígido, natural en ella –
educada al cabo en la corte de la reina Victoria– pero ahora acentuado para
ocultar el dolor. Él también ha sufrido la injusticia humana, y sus ojos han
adquirido ahora, habitando esa estancia interior soñadora y dolorida, un matiz
de comprensión y de consuelo. Son las doce y media de la mañana del 14 de noviembre
de 1916, martes, delante de la Puerta del Perdón de la catedral de Toledo, y se
está produciendo un milagro cotidiano: dos biografías separadas en su origen,
en su carácter y en su destino están por un momento juntas, y en el encuentro
hay compasión y voluntad de esperanza.Porque las dos biografías están a medio
hacer, a los dos les queda toda una vida por delante, una vida en la que no
volverán, nunca, a encontrarse, pero en la que tampoco olvidarán, nunca, esa
mirada sostenida que los mantuvo, a ellos tan alejados entre sí, juntos durante
un segundo.
Capilla del Palacio Arzobispal, donde
tuvieron lugar las oposiciones, en una fotografía
anterior a 1904
Nota. Este
cuento, por serlo, es ficción, pero tiene elementos documentados. El curioso
puede consultar las oposiciones mencionadas, en las que en efecto participó
nuestro prior, así como la visita de la reina a Toledo el mismo día en que don
Francisco intervenía en ellas por primera vez,
en el periódico El castellano de Toledo, accesible en internet:
Genial.
ResponderEliminarMe encantan las historias del Prior. Espero que se transformen en biografía... aunque sea inventada (o novelada)
ResponderEliminarGracias a los dos. Siempre me ha fascinado la figura de este hombre.
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