martes, 22 de julio de 2014

El prior y la reina (Revista de San Juan, 2010)



EL PRIOR Y LA REINA

                    
         Nacieron el mismo año, él en agosto y ella en octubre. Sin embargo, entre ambas vidas, ya desde su nacimiento, habría una distancia casi insalvable. Él nació en Villargordo, Jaén, y ella en el Castillo de Balmoral, en Escocia. Él pasó su infancia jugando en la piedra de las calles de su pueblo andaluz y ella en las losas de los pasillos y el césped de los jardines de los Castillos de Windsor, Balmoral y Osborne. Los sueños de todas las infancias se parecen, y es probable que, aun en contextos tan distintos, él y ella, salvo una impensable excepción, nunca estuvieran tan cerca como entonces. Quizá también coincidieron en la brevedad de sus infancias: la de ella podemos pensar que terminó a los ocho años por la muerte de su padre, la de él a los diez cuando ingresa en el Seminario Conciliar de Jaén. A partir de ahí sus vidas no tuvieron nada que ver, sus mundos serían completamente ajenos. Es extraño cómo el planeta, en un mismo momento, es habitado por seres humanos tan alejados entre sí, por alguien que está más cerca de un antepasado suyo que murió dos siglos antes que de un coetáneo con el que podría cruzarse y al que podría tocar. Es como si fuera exactamente al revés de como es: para cualquiera de ellos, el otro tiene la inaccesibilidad de lo que se da en una dimensión que no es aquella en la que nos movemos, en un orden de cosas que ni siquiera rozamos en nuestra existencia, aunque de él tengamos noticia. Es impensable que entre esas dos vidas, la de un seminarista y luego párroco y la de la nieta favorita de la reina Victoria de Inglaterra y luego reina de España, se estableciera algún contacto alguna vez. Y, sin embargo, fue eso lo que ocurrió la mañana del 14 de noviembre de 1916, martes, en Toledo.

         Ha pasado casi un siglo y todo ha cambiado tanto que cuesta imaginar qué sensaciones tenía ese hombre que un día de noviembre de 1916 salía de las Navas para ir a Toledo. Lo que entonces era futuro es hoy remoto pasado, lo que entonces podía todavía no ocurrir es ahora inamovible historia. Se libraba la Gran Guerra, la I Guerra Mundial, tan lejana ya en nuestra memoria que cuesta pensar que alguna vez llegara a ser actualidad. Poco sabemos de ese hombre que mira el monótono, quijotesco paisaje manchego bajo una luz casi de invierno. Conocemos su nombre, don Francisco, su edad, veintinueve años, y que lleva dos en la parroquia de Navas de San Juan tras aprobar unas oposiciones. Antes ha estudiado en Roma y enseñado en el Seminario Diocesano de Jaén. Poco más, casi nada en total, apenas el esqueleto de una vida. Mientras camina por las calles de Toledo en busca de su alojamiento y mira con ironía – por inaccesible– el hotel Castilla, de cinco estrellas, se cruza con azacanes que llevan en sus burros cántaros de agua del Tajo, con niños harapientos y sucios, con un mendigo camino de una iglesia donde pedir, y piensa en el atraso de España. Llega por fin don Francisco a la posada de la Sangre, donde se decía que Cervantes escribió La Ilustre Fregona.
        
         Ha soltado don Francisco la maleta en el suelo de su habitación y ha mirado alrededor. Por esos años Azorín ha descrito así los cuartos de las posadas castellanas: "En los cuartos de las posadas hay unas camas chiquititas y abultadas; las cubre un alfamar rameado; en las maderas de las puertas se ven agujeros tapados con papel, y las fallebas y armellas se mueven a una parte y a otra y cierran y encajan mal. Se percibe un olor de moho penetrante". Sobre una mesa deja sus libros escolásticos y no puede evitar repasarlos una vez más. El martes 14 don Francisco va a intervenir poniendo argumento en las oposiciones para la canonjía vacante en la Santa Iglesia Catedral Primada. Los concurrentes son de peso, sobre todo D. Rafael Martínez Vega, doctor como él y canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Guadix, o el también doctor y canónigo de Ciudad Real Don Evaristo Quirós. Don Francisco, tras pasar de nuevo por el patio de la posada, sale a la calle.
         Toledo es una ciudad de callejuelas y rejas, y desde hace poco famosa por haber en ella vivido y pintado el Greco. Don Francisco está cansado del viaje, es domingo por la noche y hay animación en la plaza de Zocodover. Entra en el Café El Español y se sienta en una de sus mesas. Levanta la cabeza y contempla con una sonrisa las pinturas de José Vera en el techo. El café fue abierto con gran pompa hace unos años "aunando el lujo con el buen gusto, así como la excelente calidad en los géneros, lo selecto en el servicio y la economía en los precios", según rezaba la nota de El día de Toledo en el momento de su inauguración. Hay un periódico atrasado de El castellano sobre la mesa. Mira su fecha: día 6 de noviembre. En la sección de noticias aparece lo siguiente:
        

NOTICIAS
                                                                      
Opositores
           
En las oposiciones que tendrán lugar en bre-
ve á la canonjía vacante en la Santa Iglesia Ca-
tedral Primada, por defunción del muy ilustre
señor D. Cándido García de los Huertos, tomarán
parte, según nuestros informes, los siguientes
señores:
Doctor D. Francisco del Moral, párroco de la
diócesis de Jaén.
Muy ilustre señor doctor D. Rafael Martínez
Vega, canónigo de la Santa Iglesia Catedral de
Guadix.
Doctor don Lorenzo Arpa de la Fuente, párro-
co de Ciruelos, de esta archidiócesis.
Licenciado D. Tomás Gil Martín, profesor de
Teología Dogmática del Seminario de Calahorra.
Doctor D. Fernando Peña Vicente, profesor
de Teología Dogmática del Seminario de Sala-
manca.
Licenciado D. Isidro Soto Fernández, profe-
sor de Teología Dogmática del Seminario de
Astorga.
Doctor D. José María Bares Carreras, profesor
de Teología Dogmática del Seminario de As-
torga.
Muy ilustre señor doctor D. Evaristo Quirós,
canónigo de Ciudad Real.

         Un tal José Calvo Sotelo firma un artículo titulado "Marasmo", donde habla de lo secularizador que es el cine. Don Francisco, dejando su memoria y su pensamiento vagar en las alas del cansancio, recuerda un suceso acaecido hace unos años, en 1912: un cine se incendia en Villarreal, provocando 62 muertos. Puigvert filma el paso de la caravana de féretros. Una muerte en el cine inspira al propio cine, ningún arte se va a alimentar como éste de sí mismo. Todo lo humano empieza a convertirse en espectáculo. En la guerra europea, los disparos de los cañones tienen lugar al tiempo que los de las cámaras.

         En la capilla del Palacio Arzobispal, a las diez, da comienzo la disertación del licenciado don Isidro Soto Fernández. El tribunal está presidido por el cardenal Guisasola, y lo forman, además de él, otras cuatro personas. Justo cuando don Isidro termina su intervención, el cardenal Guisasola mira su reloj y se ausenta. Todos saben por qué. Tiene que recibir a la reina Victoria Eugenia de Battenberg y a su prima Alicia de Teck, y acompañarlas en su visita a la catedral. No asiste, pues, a los argumentos de los doctores don Rafael Martínez Vega y don Francisco del Moral Almagro. Éste ha estado algo nervioso,  y no ha tenido tiempo de pensar en la reina. Pero ahora, satisfecho, al salir a la fría mañana de noviembre, ve el revuelo que hay en la puerta de la catedral, siente curiosidad y se acerca junto con los otros dos opositores.  Una mujer dice aquella es la duquesa de San Carlos, a lo que otra añade y esos de ahí son los marqueses de la Vega Inclán. Pero los ojos del prior se han dirigido directamente a la figura de la reina, que en ese momento habla con su prima Alicia y el cardenal Guisasola. Son las doce y media.

         Le llama la atención la elegancia de doña Victoria Eugenia y sobre todo su gesto frío, distante, inglés. Separándose sin darse cuenta de los otros dos, el prior se acerca como hipnotizado por ese belleza glacial que parece esculpir los rasgos regios. Ella cambia de postura para atender al marqués de la Vega Inclán, organizador de la excursión, quien le dice que se ha hecho tarde y que irán derechos al hotel Castilla a almorzar. En ese momento las miradas de la reina y del prior se cruzan, los ojos azules de Victoria Eugenia reparan en el rostro asombrado y escudriñador de don Francisco. Dos mundos alejadísimos entre sí, dos vidas que nada tienen que ver, han coincidido y se miran atentas. Ella se siente algo turbada, y él percibe ese azoramiento. En algún lugar el hielo se ha derretido y el prior ha pasado dentro, a una estancia más cálida donde coexiste el recuerdo de las postales que cada semana le enviaba Alfonso XIII con la traición conyugal de éste. Todavía no están del todo fríos los "mil y mil besos de tu Ena" con que ella se despedía del rey antes de esa boda en la que estuvo a punto de morir por la locura de un anarquista. Las infidelidades del rey duelen más cuando piensa en el sacrificio mayor que tuvo que hacer por él: renunciar a su religión anglicana y abrazar la católica, la de este cura que ahora la mira horadando su porte rígido, natural en ella – educada al cabo en la corte de la reina Victoria– pero ahora acentuado para ocultar el dolor. Él también ha sufrido la injusticia humana, y sus ojos han adquirido ahora, habitando esa estancia interior soñadora y dolorida, un matiz de comprensión y de consuelo. Son las doce y media de la mañana del 14 de noviembre de 1916, martes, delante de la Puerta del Perdón de la catedral de Toledo, y se está produciendo un milagro cotidiano: dos biografías separadas en su origen, en su carácter y en su destino están por un momento juntas, y en el encuentro hay compasión y voluntad de esperanza.Porque las dos biografías están a medio hacer, a los dos les queda toda una vida por delante, una vida en la que no volverán, nunca, a encontrarse, pero en la que tampoco olvidarán, nunca, esa mirada sostenida que los mantuvo, a ellos tan alejados entre sí, juntos durante un segundo.

Capilla del Palacio Arzobispal, donde tuvieron lugar las oposiciones, en una fotografía anterior a 1904      

La reina Victoria Eugenia de Battenberg
Nota. Este cuento, por serlo, es ficción, pero tiene elementos documentados. El curioso puede consultar las oposiciones mencionadas, en las que en efecto participó nuestro prior, así como la visita de la reina a Toledo el mismo día en que don Francisco intervenía en ellas por primera vez,  en el periódico El castellano de Toledo, accesible en internet:
El castellano
Juan Fernando Valenzuela Magaña

3 comentarios:

  1. Me encantan las historias del Prior. Espero que se transformen en biografía... aunque sea inventada (o novelada)

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  2. Gracias a los dos. Siempre me ha fascinado la figura de este hombre.

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