viernes, 14 de marzo de 2014

Blanco roto. Recursividad

BLANCO ROTO
RECURSIVIDAD
            Es un hecho que la recursividad es hoy un recurso extendido. Entiendo por recursividad la espiral o los círculos concéntricos en los que se cae cuando enlazamos una cosa con otra que la contiene y así ad infinitum. Por ejemplo, puedo escribir que escribo este artículo, y escribir a continuación que escribo que escribo este artículo… y así eternamente. No es que sea este un recurso nuevo. Sin esforzar mi memoria puedo remontarlo al siglo IV a.C, cuando Aristóteles lo usa en un argumento contra Platón llamado el del tercer hombre (el lector curioso podrá consultarlo fácilmente). Con sabor oriental, lo tenemos en la historia en la que un hombre sueña que es una mariposa y al despertar se pregunta si es un hombre que ha soñado ser mariposa o una mariposa que ahora sueña ser hombre. La historia la recoge Borges, aficionado a dos que podríamos considerar atributos del recurso recursivo: los espejos y los laberintos. La recursividad está emparentada, sin ser lo mismo, con el círculo vicioso y con expresiones como el grabado de Escher “Manos dibujando” (consúltelo el lector curioso). Nuestro tiempo la ha adoptado casi como seña de identidad. En literatura el escritor se escribe escribiendo, y yo he visto el recurso utilizado en un libro infantil que trata sobre el número 6. ¿A qué se debe? Creo que a la falta de inocencia, entendiendo la inocencia como un entregarse a lo otro sin sospecha o reserva. El inocente juega, el falto de inocencia destripa el juego antes de jugar. Por eso el lector ya no lee una novela de un modo espontáneo, y el escritor se la deshace enseñando cómo la compone (mecanismo que tiende a prolongarse al infinito). Nuestro tiempo es un tiempo en el que hemos comprendido cómo funcionan los juguetes y hemos perdido, consecuentemente, el placer de jugar con ellos.

JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA
Artículo aparecido hoy, 14 de marzo de 2014, en Diario Jaén

viernes, 7 de marzo de 2014

Blanco roto. El gimnasio

BLANCO ROTO
EL GIMNASIO

Uno de los lugares más frecuentados en nuestros días es el gimnasio. En él se dan cita a un mismo tiempo dos visiones del mundo: la propia de la modernidad, que comenzó en el siglo XV, y la actual. La primera se sustenta en la matemática y la física, y la cuantificación es su gran herramienta. Si miramos los aparatos que encontramos en un gimnasio, veremos que su función es calcular, registrar, medir. Su propia apariencia, impoluta y esquelética, recuerda el mundo geométrico de Descartes, que era, sin más, el mundo, pues sus otros aspectos, como el sabor o el olor, eran estrictamente subjetivos. Y añadamos algo: los aparatos del gimnasio reproducen, corrigiéndola, la realidad, libre ya de molestas imperfecciones. Ese rasgo es también propio de la modernidad. Pero, del mismo modo, nos encontramos en el gimnasio la visión que del mundo tiene la actualidad. Así, los aparatos guardan otra relación con la realidad: no es ya que la reproduzcan o que la imiten, no es sólo que la corrijan, es que la sustituyen y la crean, la virtualizan. Corremos kilómetros, pedaleamos durante minutos y, al terminar, no nos hemos movido de nuestro sitio. Sin duda, a algún emprendedor del sector no tardará en ocurrírsele la inclusión de paisajes virtuales a elección del cliente que quema calorías. Y ahora el epílogo: una vez que, encerrados en una habitación, se ha gastado la energía que sobra, se coge el coche para llegar a casa, dos calles más allá.
JUAN FERNANDO VALENZUELA  MAGAÑA
Artículo publicado hoy, 7 de marzo de 2014, en Diario Jaén