miércoles, 4 de agosto de 2021

La vida real

 Artículo aparecido en el Jaén el lunes, 2 de agosto de 2021.


LA VIDA REAL

 

            A un conocido cómico español le preguntaba una oyente hace poco que si en su vida real era tan divertido como actuando o, por el contrario, se comportaba de modo soso y antipático. El cómico observó que para él lo que estaba haciendo en ese momento, es decir, actuar como humorista en un programa, era también la vida real, y llevó un ejemplo al absurdo para aclarar la cuestión. Imaginemos, decía, que un niño, hablando de otro que saca buenas notas en los exámenes, dice: Sí, a ese se le da bien hacer exámenes, pero ya me gustaría verlo en la vida real; coges un helicóptero, te lo llevas a la selva, lo dejas solo frente a unos cuantos leones, y ya verías tú cómo ahí no se maneja tan bien. Tal vez, concluía el cómico, el mundo de los exámenes merece más ser llamado la vida real de esos niños que ese hipotético enfrentamiento con animales salvajes en un remoto lugar.

            Quizá a todos los profesores nos han dicho alguna vez algo parecido, especialmente a los de Filosofía. Se nos contrapone nuestro universo de problemas metafísicos, reglas lógicas, pensadores griegos o alemanes, clases y comentarios de texto, a la vida real en la que otros trabajos (camareros, camioneros, agentes de seguros, abogados, empresarios) se desenvuelven. Uno tiene la tentación, cómo no, de preguntarse y preguntar qué características ha de tener algo para ser calificado de real, qué es propiamente la realidad y qué lo ficticio, y reavivar las cuestiones del mundo como teatro o la vida como sueño. Pero como estamos en verano y el lector tal vez se encuentre tumbado sobre la arena oyendo una mezcla de voces, olas y música de dudoso gusto, quedémonos en lo cercano, no levantemos el vuelo. ¿Por qué una discusión sobre la primacía de la razón práctica en Kant no es la vida real y sí lo es la disputa sobre la pertinencia de un punto del orden del día en una reunión de vecinos convocada por el administrador de fincas? Doy fe de que lo segundo puede ser algo más enrevesado, onírico, ininteligible o, a lo que vamos, alejado de la realidad, que lo primero.

            Entonces, ¿en qué estriba esa diferencia tan clara aparentemente entre la vida real en la que se mueven esos oficios serios y la vida un poco ilusoria, un poco de juguete, en que se mueven oficios como el de profesor o pianista? Los primeros, dirá alguien, tratan con cosas en las que interviene el dinero. El camarero lo recibe del cliente por la cerveza que pone, el abogado logra que el suyo reciba del banco el dinero que le regateaba, la reunión de vecinos desembocará inevitablemente en un aumento de las cuotas o en la reclamación de pago a un moroso. Pero el criterio es confuso. Por un lado, si vamos a lo que da dinero, un prestigioso director de orquesta o un escritor de éxito pueden reivindicar para su trabajo la etiqueta de “vida real” con más derecho que muchas labores que suponemos inmersas de hoz y coz en ella. Por otro, si lo que se quiere decir es que se trata con dinero (cuotas de los vecinos de una comunidad, créditos que ofrece un trabajador de banco), ni siempre es así (un albañil o un carpintero tratan con materiales) ni podemos excluir lo crematístico de ese mundo fuera del mundo (la enseñanza de la sintaxis puede contribuir a la nómina futura de un alumno que acabe siendo profesor de Lengua).

            Así que desde el punto de vista de la utilidad, tanto el que trabaja en esos oficios que se suponen fuera de la vida real como sus alumnos o clientes, están tan dentro de ella como puedan estarlo un comercial o el ejecutivo de una empresa. Puede, entonces, que sea ese carácter teórico que suelen tener esas labores lo que lleve a interpretarlas como fuera de la vida real, en una tradición que al menos se remonta a Grecia, cuando la joven campesina tracia se reía de Tales de Mileto al caerse este a un pozo por ir mirando al cielo.

Si no resistiéramos la tentación y nos colocáramos en la perspectiva de quién está más cerca de la verdadera realidad entonces deberíamos hacernos la pregunta de si es más real la felicidad o la muerte que la materia de la que está hecha el mundo de un bróker.

 

JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA