lunes, 17 de agosto de 2020

Las noticias de Kafka

Artículo aparecido en el Jaén el lunes, 17 de agosto de 2020.

LAS NOTICIAS DE KAFKA

 

         En una carta que Kafka escribe a Felice en noviembre de 1912, en plena redacción de La metamorfosis, el escritor le explica un plan que abriga desde hace tiempo pero que la pereza le ha impedido ejecutar. Se trata de recopilar noticias de periódicos que “por algún motivo me parezcan sorprendentes, que me afecten y resulten a la larga importantes para mí personalmente”. Noticias destinadas literalmente a él solo, “sin que quien juzga desde fuera pueda descubrir el motivo del interés particular”. Kafka reconoce carecer de la perseverancia necesaria para montar una colección de ese tipo solamente para su recreo, pero lo haría con gusto si fuera para Felice, y propone a ella hacer lo propio e intercambiarse esas colecciones de informaciones tan personales, regalándose así el uno al otro un pequeño y personal tesoro.

         Al leer esa carta, me he acordado de viejos recortes de periódico acumulados en polvorientas carpetas y de los más asépticos registros virtuales de noticias recopilados en el escritorio de mi ordenador. Y he pensado en compartir en este artículo, liviano por estival, algunas de esas noticias que parecían, por un motivo u otro, hablarme directamente a mí.

         Mi simpatía por la frontera entre la realidad y la ficción explica que mi imperfecta colección tenga noticias como la del actor de teatro que se cortó el cuello en escena al interpretar el suicidio de Mortimer en María Estuardo de Schiller, en el Burgtheater de Viena. Cuando cayó al suelo, el público reaccionó con un aplauso. Afortunadamente, el actor sobrevivió. Imposible no pensar al leer esto en aquel texto de Kierkegaard: “En un teatro se declaró un incendio en los bastidores. Salió el payaso a dar la noticia al público. Pero éste, creyendo que se trataba de un chiste, aplaudió. Repitió el payaso la noticia y el público aplaudió más aún. Así pienso que perecerá el mundo, bajo el júbilo general de cabezas alegres que creerán que se trata de un chiste”.

         En esta categoría podemos incluir aquel titular de febrero de 2013 que rezaba: “Paralizado un rodaje al detener un ciudadano a un ladrón ficticio en Ceuta”. El transeúnte vio cómo unos policías locales perseguían sin éxito a un ladrón y se lanzó sobre este tirándolo al suelo.

         También en cierto modo caen bajo este marchamo de confusión entre realidad y ficción aquellos casos en los que valiosas obras de arte son confundidas con cosas cotidianas. El ABC notificaba en agosto de 2004 que una señora de la limpieza de la Tate Britain había echado al contenedor parte de una obra de arte que consistía en una bolsa de basura. La composición completa pretendía mostrar la finitud del arte, destinado a destruirse. En ese sentido, la limpiadora podría haber reclamado su papel decisivo y culminador de la parte de la obra de la que se hizo cargo, y exigir que su nombre constara junto al del artista alemán (Gustav Metzger). ¿No era un objetivo vanguardista disolver el arte en la vida?

         Podría seguir con noticias de este jaez un buen rato, pero la levedad veraniega exige dar la espalda a la exhaustividad y saltar de flor en flor. Así que pasemos a otra clase de informaciones. Las discusiones pueden llegar a ser muy acaloradas, sobre todo si tratan ciertos asuntos y se dan entre rusos. En Rostov del Don un hombre acabó disparando (con una pistola de balas de goma, eso sí) a su contendiente dialéctico, tras haber intercambiado primero argumentos y luego golpes. La disputa versaba sobre Kant. Pese a que El Mundo inscribe la noticia en la sección de Filosofía y no en la de Sucesos, no he logrado encontrar dónde estaba exactamente la diferencia teórica entre los dos tertulianos. Unos meses después, al norte de los Urales, la discusión fue sobre literatura y su consecuencia irreparable. La “única literatura verdadera es la prosa”, dijo la víctima, y su amigo, ebrio también pero paladín de la poesía, lo mató a puñaladas. En ambos casos se saltaron los límites. Una palabra, límite, muy querida precisamente por Kant.

JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA