LAS NOTICIAS DE KAFKA
En
una carta que Kafka escribe a Felice en noviembre de 1912, en plena redacción
de La metamorfosis, el escritor le
explica un plan que abriga desde hace tiempo pero que la pereza le ha impedido
ejecutar. Se trata de recopilar noticias de periódicos que “por algún motivo me
parezcan sorprendentes, que me afecten y resulten a la larga importantes para
mí personalmente”. Noticias destinadas literalmente a él solo, “sin que quien
juzga desde fuera pueda descubrir el motivo del interés particular”. Kafka
reconoce carecer de la perseverancia necesaria para montar una colección de ese
tipo solamente para su recreo, pero lo haría con gusto si fuera para Felice, y
propone a ella hacer lo propio e intercambiarse esas colecciones de informaciones
tan personales, regalándose así el uno al otro un pequeño y personal tesoro.
Al
leer esa carta, me he acordado de viejos recortes de periódico acumulados en
polvorientas carpetas y de los más asépticos registros virtuales de noticias
recopilados en el escritorio de mi ordenador. Y he pensado en compartir en este
artículo, liviano por estival, algunas de esas noticias que parecían, por un
motivo u otro, hablarme directamente a mí.
Mi
simpatía por la frontera entre la realidad y la ficción explica que mi
imperfecta colección tenga noticias como la del actor de teatro que se cortó el
cuello en escena al interpretar el suicidio de Mortimer en María Estuardo de Schiller, en el Burgtheater de Viena. Cuando cayó
al suelo, el público reaccionó con un aplauso. Afortunadamente, el actor
sobrevivió. Imposible no pensar al leer esto en aquel texto de Kierkegaard: “En
un teatro se declaró un incendio en los bastidores. Salió el payaso a dar la
noticia al público. Pero éste, creyendo que se trataba de un chiste, aplaudió.
Repitió el payaso la noticia y el público aplaudió más aún. Así pienso que
perecerá el mundo, bajo el júbilo general de cabezas alegres que creerán que se
trata de un chiste”.
En
esta categoría podemos incluir aquel titular de febrero de 2013 que rezaba: “Paralizado
un rodaje al detener un ciudadano a un ladrón ficticio en Ceuta”. El transeúnte
vio cómo unos policías locales perseguían sin éxito a un ladrón y se lanzó
sobre este tirándolo al suelo.
También
en cierto modo caen bajo este marchamo de confusión entre realidad y ficción
aquellos casos en los que valiosas obras de arte son confundidas con cosas
cotidianas. El ABC notificaba en
agosto de 2004 que una señora de la limpieza de la Tate Britain había echado al contenedor parte de una obra de arte
que consistía en una bolsa de basura. La composición completa pretendía mostrar
la finitud del arte, destinado a destruirse. En ese sentido, la limpiadora
podría haber reclamado su papel decisivo y culminador de la parte de la obra de
la que se hizo cargo, y exigir que su nombre constara junto al del artista
alemán (Gustav Metzger). ¿No era un objetivo vanguardista disolver el arte en
la vida?
Podría
seguir con noticias de este jaez un buen rato, pero la levedad veraniega exige
dar la espalda a la exhaustividad y saltar de flor en flor. Así que pasemos a
otra clase de informaciones. Las discusiones pueden llegar a ser muy
acaloradas, sobre todo si tratan ciertos asuntos y se dan entre rusos. En Rostov
del Don un hombre acabó disparando (con una pistola de balas de goma, eso sí) a
su contendiente dialéctico, tras haber intercambiado primero argumentos y luego
golpes. La disputa versaba sobre Kant. Pese a que El Mundo inscribe la noticia en la sección de Filosofía y no en la de Sucesos,
no he logrado encontrar dónde estaba exactamente la diferencia teórica entre
los dos tertulianos. Unos meses después, al norte de los Urales, la discusión
fue sobre literatura y su consecuencia irreparable. La “única literatura
verdadera es la prosa”, dijo la víctima, y su amigo, ebrio también pero paladín
de la poesía, lo mató a puñaladas. En ambos casos se saltaron los límites. Una
palabra, límite, muy querida
precisamente por Kant.
JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA
Esa frontera entre la realidad y la ficción...
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