domingo, 9 de septiembre de 2018

Un artículo sobre Miguel Nieto

Artículo publicado en la revista de San Juan de 2018



LA ORIGINALIDAD DE MIGUEL NIETO EN EL DESENLACE DE UNA FAMOSA OPERETA

            El nombre de Miguel Nieto está asociado en nuestro pueblo a una calle, a una historia de Navas de San Juan y a una fotografía de 1927 en el patio de Abilio Sanz. Los lectores de esta revista y de Stella tal vez recuerden además que fue un articulista en el Madrid de comienzos del siglo pasado, un escritor de teatro y un colaborador de la radio cuando este medio daba sus primeros pasos, trayectoria que le valió el homenaje de su pueblo del que deja constancia la aludida fotografía.
            Una paciente búsqueda en la prensa de la época me ha suscitado la impresión de que don Miguel centró su actividad literaria en artículos y cuentos a principios del siglo XX para pasar después a destacar como dramaturgo y terminar su carrera con textos para la radio. De la primera etapa destacamos hace dos años un cuento que parecía basado en nuestras fiestas de San Juan. Vamos en esta ocasión a fijarnos en una obra de ese segundo periodo, dedicado al teatro.
            Hace un siglo, en mayo de 1918, la revista jiennense Don Lope de Sosa informa: “En Barcelona ha estrenado una opereta en tres actos, en colaboración con D. Gonzalo Cantó, el distinguido escritor y autor dramático, nuestro comprovinciano D. Miguel Nieto. El título de la obra es “Bella-Flor” y el estreno ha sido un éxito franco y sincero. La obra fue presentada con gran lujo. Miguel Nieto marcha por el camino de los triunfos a grandes pasos”. La revista ya se había hecho eco el año anterior de otros dos estrenos de nuestro escritor: en febrero de la comedia El mejor marido (en colaboración con Ramón Portusach) y en junio de Los castizos.
            La opereta “Flora Bella” (así aparece el título en La Vanguardia) se estrenó el día 4 de mayo de 1918 en el Teatro cómico. El periódico la anunciaba como un “éxito mundial”. En efecto, la obra no era original de Gonzalo Cantó y Miguel Nieto, sino que se trataba de una creación alemana que se había representado en Munich en 1913 y, adaptada al inglés, en Nueva York en 1916, donde tuvo un gran éxito (112 representaciones). La música era de Cuvillier, un compositor francés de gran éxito. Los franceses intentaron llevarla a la escena ya en 1913, con la bella Otero en el papel principal. Sin embargo, tal hecho no ocurrió hasta el último día de 1920, con Geneviève Vix en el papel de Florabella. De modo que en España sería representada antes que en Francia.
El argumento, al menos el que nos consta por la versión francesa, es el de un príncipe ruso que acaba de casarse con una gran dama española sin sospechar su verdadero origen. El príncipe se cansa de la circunspección de su mujer y se obsesiona con una bailarina de gran parecido con ella a la que ha visto en una fotografía traída de París. Se le dice que se trata de una hermana de la princesa, llamada Florabella. Hasta aquí el primer acto. En el segundo, vemos al príncipe en París, locamente enamorada de su supuesta cuñada. Se encuentra con sus amigos de Rusia como por azar y se desarrollan divertidas peripecias. En el tercer acto la princesa y Florabella, que no son sino la misma persona, confiesa al príncipe su estratagema para hacerse amar por él y le pide continuar su vida feliz, olvidando el pasado.
 Ahora bien, tenemos motivos para pensar que Cantó y Nieto le dieron un giro sorprendente a la obra, siempre en el supuesto de que esta versión francesa respetara el argumento original. Y es que, a raíz de una representación en Madrid en 1921, nos enteramos por el ABC de que los dos primeros actos habían sido traducidos, pero el tercero había que atribuirlo a la pareja de autores. También nos informa de la repetición de un terceto cómico del segundo acto interpretado “con mucha gracia” por Sinda Martínez, Carmen Ortega y Mariano Ozores. El doble papel de princesa y artista frívola lo hacía Luisa Puchol. (Aquí señalaré un guiño del azar. Ozores y Puchol pertenecerían al reparto de El rayo, una película de 1936 basada en la obra homónima de Muñoz Seca y López Núñez, ambientada en Navas de San Juan, y que Francisco Juan Rodríguez Oquendo y Belén Garrido Palazón editaron y estudiaron en el año 2000).
La crítica de Guillermo Fernández-Shaw en Las Provincias nos aclara la intervención de Cantó y Nieto. Después de decir que la música no pasaba de agradable, pero que el libreto estaba bien y la interpretación fue más que excelente, nos habla del final de la obra: “El desenlace, volviendo el Príncipe a su mujer, pero sin que se haya deshecho el equívoco y sin que su marido sepa, por tanto, que ha sido víctima de una sencilla estratagema, sorprendió algo al auditorio. El final que la obra tiene es el natural; pero al público le gusta que no queden cabos por atar, y como aquí no se atan todos, le faltaron cosas, y recibió la sensación de que la obra acababa demasiado rápidamente”. No obstante, aplaudió “sinceramente complacido” y elogió, como la crítica, la labor de los adaptadores, “el veterano en estas lides don Gonzalo Cantó y el brillante escritor y periodista don Ernesto Nieto” (como se ve, hay un error al nombrarlo “Ernesto” y no “Miguel”).
Así pues, Miguel Nieto y Gonzalo Cantó adaptaron una exitosa opereta para la escena española cambiándole un final convencional por otro más arriesgado en el que los cabos sueltos, como en la vida, dejan al espectador sumido en una pensativa desazón.

                                   JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA





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