BLANCO ROTO
RECURSIVIDAD
Es
un hecho que la recursividad es hoy un recurso extendido. Entiendo por
recursividad la espiral o los círculos concéntricos en los que se cae cuando
enlazamos una cosa con otra que la contiene y así ad infinitum. Por ejemplo, puedo escribir que escribo este
artículo, y escribir a continuación que escribo que escribo este artículo… y
así eternamente. No es que sea este un recurso nuevo. Sin esforzar mi memoria
puedo remontarlo al siglo IV a.C, cuando Aristóteles lo usa en un argumento
contra Platón llamado el del tercer hombre (el lector curioso podrá consultarlo
fácilmente). Con sabor oriental, lo tenemos en la historia en la que un hombre
sueña que es una mariposa y al despertar se pregunta si es un hombre que ha
soñado ser mariposa o una mariposa que ahora sueña ser hombre. La historia la
recoge Borges, aficionado a dos que podríamos considerar atributos del recurso
recursivo: los espejos y los laberintos. La recursividad está emparentada, sin
ser lo mismo, con el círculo vicioso y con expresiones como el grabado de
Escher “Manos dibujando” (consúltelo el lector curioso). Nuestro tiempo la ha
adoptado casi como seña de identidad. En literatura el escritor se escribe
escribiendo, y yo he visto el recurso utilizado en un libro infantil que trata
sobre el número 6. ¿A qué se debe? Creo que a la falta de inocencia,
entendiendo la inocencia como un entregarse a lo otro sin sospecha o reserva.
El inocente juega, el falto de inocencia destripa el juego antes de jugar. Por
eso el lector ya no lee una novela de un modo espontáneo, y el escritor se la
deshace enseñando cómo la compone (mecanismo que tiende a prolongarse al
infinito). Nuestro tiempo es un tiempo en el que hemos comprendido cómo
funcionan los juguetes y hemos perdido, consecuentemente, el placer de jugar
con ellos.
JUAN FERNANDO
VALENZUELA MAGAÑA
Artículo aparecido hoy, 14 de marzo de 2014, en Diario Jaén
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