BLANCO ROTO
LA CIENCIA: EL
FRACASO DE UN ÉXITO (II)
“Decíamos
ayer” que las ciencias estaban en crisis en los años treinta del siglo pasado
debido a su renuncia al proyecto humano en el que habían surgido. Antes de ver
qué pasa hoy con la ciencia, no estará de más concretar aquella crisis en una
enigmática figura. Ettore Majorana era un físico italiano extraño y de enorme
talento. Con una prometedora carrera por delante (Fermi lo consideraba un
genio), un día desapareció. La policía creyó que se había suicidado, pero el
novelista Leonardo Sciascia articula una hipótesis relacionada con lo que
exponíamos en el anterior artículo: Majorana habría renunciado a la ciencia
porque había visto lúcidamente que llevaba a la bomba atómica antes de que
ningún otro científico se diera cuenta, y habría ingresado en un convento.
Añadamos nosotros algo. En la renuncia de Majorana hay un componente ético que
parece haberse desprendido ya de la manera de verse las ciencias a sí mismas. Sólo
unas ciencias desvinculadas del proyecto que las vio nacer pueden acabar en el
Proyecto Manhattan. ¿Qué tiene que ver — se dirá— lo que la ciencia descubre y
posibilita con lo que la sociedad y la política hacen? Esa pregunta es
precisamente la respuesta: esa pregunta era impensable al comienzo de la Edad
Moderna. En los mismos años treinta, Zubiri decía en una sorprendente y
provocadora conferencia que el científico actual posee la verdad pero no está
poseído por ella, su saber es satisfacción de una curiosidad, pero no verdadera
ciencia. Se hallaba el filósofo español en sintonía con Husserl. Y ahora nos
queda preguntarnos por las ciencias en el siglo XXI.
JUAN FERNANDO
VALENZUELA MAGAÑA
Artículo publicado hoy, 31 de enero de 2014, en Diario Jaén
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