BLANCO ROTO
LA CIENCIA: EL FRACASO DE UN ÉXITO (I)
Un
filósofo alemán (valga la redundancia) se preguntaba en los años treinta del
siglo pasado si las ciencias estaban en crisis. Sólo hay que pensar en la
física de aquel tiempo y nombrar a Einstein, Bohr o Heisenberg para darse
cuenta de lo peregrino de la pregunta de Husserl, que así se llamaba el
filósofo. Sin embargo, la extraña pregunta era pertinente. En el Renacimiento, el
hombre europeo renunció a su modo anterior de existencia y se propuso nuevas
metas: una teoría libre del mito y la tradición, una acción autónoma y un cambio
político. Las ciencias eran parte esencial de ese proyecto, unas ciencias no
independientes, sino que formaban parte de una gran ciencia o filosofía que las
incluía a todas y que trataba tanto problemas de hecho o temporales como
problemas de razón o eternos. Husserl respondía afirmativamente a su pregunta,
y consideraba que la crisis de las ciencias era consecuencia del abandono de
ese ideal de una ciencia omniabarcadora y de la renuncia de las ciencias a
formar parte de ese proyecto racional común que encarnaría luego la
Ilustración. Las ciencias acabaron dedicándose a problemas concretos y
desentendiéndose de cualquier “pregunta última”. Eso les proporcionó un éxito sorprendente,
y, a partir de la segunda mitad del XIX, la prosperity
embaucó a las gentes. El problema era que, puesto que las ciencias estaban en
el núcleo de lo que era el hombre europeo desde el Renacimiento, la crisis de
aquellas era también la crisis de la humanidad europea. Como el año 2014 hará
un siglo de la Primera Guerra Mundial, conviene tener esto en cuenta. Pero
antes de tratar de ella, nos preguntaremos si hoy podemos hablar de crisis en
las ciencias.
JUAN FERNANDO VALENZUELA MAGAÑA
Artículo aparecido en Diario Jaén el día 10 de enero de 2014
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