Artículo aparecido en el Jaén el lunes, 4 de noviembre de 2024.
ASNOS (II)
Hablábamos de asnos. Recordábamos a
Platero, al rucio de Sancho y al asno de oro de Apuleyo. Y mencionábamos al
final el asno de Buridán. Con este nombre se conoce una paradoja filosófica que
podemos expresar como sigue. Si un asno tiene ante sí dos haces de heno
exactamente iguales y a la misma distancia, morirá de hambre al no poder
preferir uno a otro. Como se ve, se trata de uno de esos experimentos mentales
que tanto juego dan. Este tiene que ver con la libertad y con lo que la razón
nos aporta a la hora de elegir. Pero ya Aristóteles, muchos siglos antes de
Buridán (que era un filósofo escolástico del siglo XIV), lo planteaba en un contexto
cosmológico, hablando del equilibrio físico de la Tierra entre elementos
iguales, si bien llegó a aplicarlo, por similitud, a las motivaciones iguales,
en el sentido en que lo conocemos hoy. Y aquí tenemos uno de esos pequeños
misterios que tanto cuesta desentrañar. Si consultamos la Wikipedia, leemos en
la entrada “Asno de Buridán”: “Ya Aristóteles, en el De Cælo, se había preguntado cómo un perro confrontado con dos
cantidades idénticas de alimento podría comer”. ¿Así que el asno fue
primeramente un perro? Voy al libro mencionado, Acerca del cielo, y leo: “y el (argumento) del (es decir, del
hombre) que padece terriblemente de hambre y sed pero que dista lo mismo de los
alimentos y de las bebidas: éste, en efecto, se dice que forzosamente
permanecerá quieto”. ¿Dónde está aquí el perro? ¿Y dónde las “dos cantidades
idénticas de alimento” puesto que se habla de comida y bebida? Pero, entonces, ¿de
dónde ha salido el can? ¿Por qué la Wikipedia no habla de un gato o una gallina?
Consultando el Diccionario de Ferrater Mora, un clásico entre los diccionarios
de Filosofía, veo que quien usó el perro fue… ¡Buridán!, comentando
precisamente el De Cælo de
Aristóteles. Así que, con toda probabilidad, en algún momento el perro saltó
hacia atrás unos diecisiete siglos para ladrar su desesperada indecisión en un
libro del discípulo de Platón. En cuanto al asno… no he conseguido encontrar
una referencia anterior (aunque estoy seguro de que las hay) a la que aparece
en la Ética de Spinoza, ya en el
siglo XVII. Curiosamente, él dice “asna de Buridán”, y no “asno”. Supongo que
en aquel tiempo ya estaba asociado definitivamente el animal y el filósofo
escolástico. Del asno, por cierto, dijo Aristóteles (y así cerramos el círculo)
en Investigación sobre los animales
que es frugívoro y herbívoro y que “es de todos los animales el que resiste
menos el frío”. También nombra a sus enemigos. El pico, por ejemplo, porque el
asno se rasca las heridas en los espinos, y por ello y por sus rebuznos, “tira
los huevos y los pollos, pues de miedo éstos se arrojan fuera”; por ello el
pájaro “vuela contra el asno y le pica las heridas”. Y el kolotes, especie de lagarto, duerme en el establo e introduciéndose
por las fosas nasales del asno le impide comer. Como apéndice en este párrafo
dedicado al burro y la filosofía señalaré que los pitagóricos decían que este
animal es el único desvinculado de la armonía, y por ello es sordo al sonido de
la lira.
Muchos son los asnos que generosos
lectores del anterior artículo me han recordado, pero pondré fin a mi evocación
de este animal con un cuento muy conocido, que puede leerse en El conde Lucanor. Un padre y su hijo van
con su burro al mercado y, al cruzarse con unos hombres, oyen cómo comentan que
no debían de ser muy juiciosos cuando van a pie y la bestia sin peso. Así que
el hombre dice a su hijo que se monte y otros con los que se cruzan critican
que el anciano vaya a pie y el mozo, más fuerte, sobre el animal. Invierten
entonces los papeles, pero de nuevo son censurados por otros con el argumento
de que el padre, acostumbrado a los duros trabajos, va cabalgando mientras que
el joven, todavía no hecho a las fatigas, va a pie. De modo que se sube también
el hijo y, yendo los dos montados, advierten cómo otros hombres desaprueban su
actitud diciendo que no deberían echar tanto peso a un animal tan flaco y
débil. Piense el lector y saque la moraleja por sí mismo.
Juan
Fernando Valenzuela Magaña