ÚLTIMAS
PALABRAS
Hablábamos
en el artículo anterior de la facilidad que algunas personas tienen para
improvisar respuestas ingeniosas, para decir rápidamente algo pertinente y
agudo en una conversación. Pero ¿qué ocurre si esa conversación es la última,
si esa réplica es la que cierra el telón? Ante las puertas de la muerte, puede
que incluso hasta al más aquejado de l´esprit
de l´escalier le sea concedido el don de una sagaz y ajustada sentencia. En
cualquier caso, la historia abunda en ejemplos, no todos libres de sospecha, de
memorables y últimas invervenciones en el gran teatro del mundo.
Y, ya que nos referimos, en clásica
imagen, al mundo como teatro, recojamos el mutis por el foro del emperador
Augusto. Se dice, y de ello se hace eco la Wikipedia, que acabó su vida
diciendo: “Si la comedia os ha gustado, concededle vuestro aplauso y, todos a
una, despedidnos con alegría.” Sin
embargo, Suetonio nos cuenta que murió después de decir eso, en los brazos de
Livia, exclamando: “¡Livia, conserva mientras vivas el recuerdo de nuestra
unión! Adiós”. Esas habrían sido
realmente sus últimas palabras.
Los franceses del XVII y XVIII, que
tanto valoraron, como vimos, la improvisación ingeniosa, han dejado famosas
despedidas. Ya mencioné la de Fontenelle, quien dijo que sentía “una cierta
dificultad de ser”. Añadamos la de Saint-Gelais, que, tras escuchar las
discusiones de los médicos que tenía junto a su lecho sobre su enfermedad y
tratamiento, se volvió hacia la pared y dijo: “Señores, voy a poneros de
acuerdo”. Algunos llevaron su pasión hasta el final. Paul Hazard, en un libro
clásico sobre la Ilustración, nos cuenta que el señor de Lagny, moribundo, no
respondía a las tiernas cosas que le decían. Llegó entonces el señor de
Maupertuis e intentó hacerle hablar. “Señor de Lagny —le dijo—, ¿el cuadrado de
doce?” “Ciento cuarenta y cuatro”, respondió el enfermo, con las que fueron sus
últimas palabras. Carême, famoso cocinero francés alabado por Talleyrand, murió
en 1833 diciéndole a un amigo: “Tus albondiguillas estaban excelentemente
preparadas, pero mal sazonadas. Tampoco la salsa bien ligada. Mira, la próxima
vez deberías…”, y al querer demostrarle con las manos el movimiento que debía
imprimir al cazo, no pudo terminar.
Es difícil comprobar la veracidad de
estas postreras frases, pero al menos deberían citarse recurriendo a fuentes de
cierta solvencia. Entre ellas no cuento ciertas páginas de internet ni los
sobrecillos de azúcar, que nos ofrecen descontroladas sentencias atribuidas a
nombres que evocan sabiduría, como Aristóteles, Nietzsche o Einstein. Las que
aquí estampo, sin poner por ellas la mano en el fuego, tienen una tradición, si
no contrastada, al menos seria. Es de suponer que las personas que eran ya
reconocidas en su tiempo, tuvieran a su alrededor testigos deseosos de apuntar
sus últimas palabras. Las más famosas de todos los tiempos son las de Goethe,
quizá por el abanico de interpretaciones que abre. Nos las transmite su médico,
que no estaba presente: “Luz, más luz”. Tampoco lo estaba Platón cuando, según
él mismo nos cuenta, su maestro Sócrates pronunció, antes de que la cicuta
acabara con su vida: “Critón, le debemos un gallo a Asclepio. Así que págaselo
y no lo descuides”. Asclepio es el dios de la salud, el médico por excelencia.
¿Le debía un gallo Sócrates a causa de un voto que hiciera en una ocasión que
desconocemos? ¿O se trata más bien, como se ha apuntado, de una alusión irónica
a que la muerte cura todos los males humanos? Es curioso que Platón no se
hallaba presente porque estaba… enfermo.
Y ya que estamos con filósofos,
mencionaremos a Wittgenstein, cuyas últimas palabras, dirigidas a Mrs. Bevan,
quien le había dicho que sus amigos más íntimos de Inglaterra llegarían al día
siguiente, fueron: “Dígales que mi vida fue maravillosa”.
En cuanto a Unamuno, murió con dos
de sus ideas favoritas en los labios, Dios
y España. “¡Dios no puede volverle la espalda a España! ¡España se
salvará porque tiene que salvarse!”, fue lo último que dijo.
Juan
Fernando Valenzuela Magaña
En el periódico puede leerse aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario