Artículo aparecido en el Jaén el lunes, 17 de diciembre de 2018
EL MANDARÍN Y LA CORRUPCIÓN
En
nuestros tiempos veloces, donde todo adquiere una importancia tan enorme como
fugaz, las obras (literarias, pictóricas…) brillan efímeramente y son de
inmediato engullidas por el olvido. No digamos los diarios, que, como espejo de
la actualidad, tienen por destino, incluso en tiempos menos céleres, una rauda
desaparición. Sin embargo, hay una fuerza opuesta propiciada por la tecnología:
de esos olvidos y de otros mucho más lejanos, podemos extraer fácilmente lo que
en ellos cayó y calló. A la mano tenemos textos rescatados que antes solo
podían consultar investigadores especializados. Una voluntad de totalidad alienta
tanto en la digitalización del presente como en la reconstrucción del pasado.
Por eso uno puede leer, recorrido por una nostalgia imposible, la nostalgia de
lo no vivido, periódicos del siglo XIX. En uno francés, “L´Intermédiaire de
chercheurs et de curieux”, la gente hacía preguntas que eran respondidas por
otros lectores o por algún redactor. El 10 de mayo de 1866, un tal P.L. se
interesa por la obra de Rousseau donde aparece la expresión “tuer le mandarin”
(“matar al mandarín)”. ¿A qué se refiere con esto?
Se
trata de una interrogación moral. Usted, lector del Jaén, tiene la posibilidad
de heredar una gran fortuna con la condición de aceptar que un viejo mandarín
en la lejanía de la China muera. Tal crimen quedará impune. Pongamos que todo
lo que tiene que hacer es un gesto con la cabeza. ¿Usted lo haría? ¿Mataría
usted al mandarín?
De
manera que “tuer le mandarin” es beneficiarse de una acción que perjudica a un
desconocido teniendo garantizado que permanecerá sin saberse y sin castigo.
Cuatro son, pues, los ingredientes de este cuento moral: el beneficio, la
lejanía respecto de aquel a quien se daña, la facilidad de la acción y la
impunidad.
La
cuestión del mandarín fue debatida en la prensa francesa porque no había manera
de encontrar el pasaje en la obra de Rousseau (entonces no bastaba con darle a “Buscar”
e introducir la palabra adecuada). Si se atribuía a él fue porque así aparece
en una novela de Balzac. Sin embargo, hoy sabemos que la memoria de este
novelista le jugó una mala pasada atribuyendo a Rousseau lo que había leído en
Chateaubriand, a quien hay que apuntar el hallazgo. En cualquier caso, la
pregunta sobre el mandarín, que apunta en su planteamiento a un desarrollo
narrativo, va a tenerlo con diferentes variaciones. La más famosa de ellas es
la novela “El mandarín” de Eça de Queiroz.
Pero la cuestión tiene también aspectos que son de
gran interés y actualidad para la ética. Hemos visto que hay en ella dos
elementos que ya aparecían, por separado, en las reflexiones de los griegos: la
impunidad y la distancia. Diré algo sobre la primera en el tiempo (espacio) que
me queda y emplazo al lector al mes próximo para hablar de la segunda.
No voy a
destacar más que un aspecto del terrible problema de la corrupción, el de la
sensación de impunidad en que parece haberse cometido. Esto plantea la
pregunta: ¿cumplimos las normas morales porque son también normas sociales o
jurídicas, es decir, porque tememos las sanciones que acarrearía
transgredirlas? Si estuviéramos en la situación de quienes han robado lo que es
de todos y supiéramos que no nos pasaría nada, ¿qué haríamos? ¿Mataríamos al
mandarín? ¿Lo hacemos ya de algún modo como ciudadanos cuando tenemos la
seguridad de que “no nos van a pillar”?
Los griegos hablaban del anillo de Giges, que permite
hacerse invisible a quien lo tiene con solo girarlo. Un personaje de Platón
sostiene que si se le da un anillo así a un hombre justo y a otro injusto,
ambos actuarían mal, pues solo el miedo al castigo retiene al justo de hacerlo.
Sin embargo, podemos replicar nosotros con Kant, cuando el hombre justo actúa
bien únicamente por miedo a la condena, social o jurídica, no se trata propiamente
de un hombre justo. Los corruptos confundieron una baratija con el anillo de
Giges, pero si hubieran sido decentes jamás hubieran matado al mandarín.
Juan Fernando Valenzuela Magaña
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