lunes, 30 de marzo de 2015

MARCHÉ AUX PUCES

MARCHÉ AUX PUCES
            Comencé a sentirme raro, como si algo borrara parcialmente mi cuerpo. Caminaba por la estrechez de las callejuelas mirando a derecha e izquierda, con la sensación de habitar un sueño ajeno. Las tiendas se hundían tragándose las cosas más inverosímiles, oxidados relojes parados en una hora de los años cuarenta, mesas dieciochescas que el tiempo había noblemente encarecido. Vi canicas que hace un siglo sobaron ilusionadas unas manos infantiles que el tiempo fue cuajando, cuarteando y finalmente borrando. Tampoco pueden ya encontrarse las manos femeninas, de dedos largos y pintadas uñas, que debieron de llenar el par de guantes de tela ajada expuesto sobre un podrido taburete. Esos guantes acariciarían el rostro de un hombre joven y las yemas de esos dedos lo harían sentir el escalofrío del amor y del deseo, el calambre del tiempo. Vi un humilde sillón roto por todas partes, que parecía haber sido modelado por el cuerpo que noche tras noche, año tras año, se hundía en él después del trabajo, recibiendo los juegos de sus hijos a veces con gesto de fastidio, a veces feliz, cansado siempre. Vi cartas que deseaban un buen aniversario, un feliz 1905, una rápida curación, o que contaban las pequeñas cosas de la vida, los estudios del hijo, las vacaciones en el mar, el lugar de una cita secreta. Cosas que durante un instante colmaron las vidas de la gente, cosas que luego el polvo de la amnesia fue cubriendo hasta enterrarlas.
            Y, sin embargo, aisladas, deshechas, ridículas, pero rebeldes, las canicas, los guantes, el sillón y las cartas se sublevaban contra el tiempo y su olvido, y su indócil grito ahogado, su onírica insumisión, desenterraba instantes de entre los años. Como si me dijeran: No es lo mismo haber vivido que no existir nunca. Como si lo que una vez fue vivo viviera de algún modo para siempre. Como si la eternidad fuera haber vivido un día.                                                                                

Juan Fernando Valenzuela Magaña, París y Lucena, 2006
                                                              (Foto procedente de http://www.marjorierwilliams.com/)

No hay comentarios:

Publicar un comentario