KUNDERA. LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA
Él
último libro de Kundera, aparecido en las librerías españolas en traducción de
Beatriz de Moura en septiembre de este año 2014, se titula La fiesta de la insignificancia. Las novelas de Kundera tienen al
menos cuatro rasgos significativos. Por un lado, sus personajes son propuestas
de existencias, ensayos vitales. Unas breves pero esenciales pinceladas nos los
muestran y los vemos actuar desde unos pocos principios, personales, únicos,
que los constituyen. En segundo lugar, sus novelas exploran un puñado de temas
y motivos, que aparecen y reaparecen. En tercer lugar, su narración incluye
como uno de sus elementos textos de apariencia ensayística, integrados de modo
natural en ella. En cuarto y último, hay elementos metafictivos en los que se
cuenta cómo se cuenta. He dicho antes al
menos, y tras esta enumeración encuentro un quinto, que sólo mencionaré
porque acometerlo alargaría inoportunamente esta reseña. Me refiero a la
composición musical de sus novelas, generalmente divididas en siete partes
(esta lo está) concebidas como movimientos musicales.
Nos
guiaremos, pues, brevemente por estos cuatro rasgos para entrar en La fiesta de la insignificancia, un
libro ligero en apariencia (desde sus pocas páginas hasta su estilo) y también,
aunque en un sentido nada obvio, en el fondo.
Los
personajes son cuatro amigos. Uno de ellos (Alain) está dibujado con las tres
siguientes pinceladas: su preocupación por el ombligo como signo erótico de
nuestro tiempo (las mujeres comenzaron el milenio enseñando el ombligo), su
tendencia a pedir siempre disculpas (en el libro el nombre que reciben esas
personas es “perdonazos”) y su relación con su madre, que nunca quiso que él
naciera y con la que habla imaginariamente. Al segundo, Ramón, le gusta
deslumbrar y ser admirado, pero no envidiado, y desde su jubilación busca la
soledad. Charles es fantasioso y su madre está enferma hasta el punto de que en
un momento de la novela agoniza, y Calibán, su compañero a la hora de servir cócteles
en casas particulares, es un actor en paro. Hay otros personajes además de
estos, el más importante de los cuales es D´Ardelo, un Narciso que, como tal,
observa su propia imagen en los ojos de los otros y busca embellecerla.
Destacaré por su importancia en el tema principal del libro a Quaquelique, un
ser insignificante que, debido precisamente a eso, a esa despreocupación que
suscita en las mujeres, tiene más éxito con ellas que los brillantes D´Ardelo o
Ramón.
¿Cuáles
son los temas que aparecen en esta novela? La indiferencia, ligada al buen
humor, y el ombligo. Hay otros asuntos, como el del ángel, que más bien
funcionarían como motivos, es decir, elementos del tema o de la historia que
reaparecen, a lo largo de la novela, en un contexto diferente. El tema del
ombligo constituye una reflexión sobre el erotismo de nuestro tiempo (el
erotismo es una preocupación constante en la literatura de Kundera). Si vivimos
bajo el signo del ombligo eso quiere decir que el erotismo no es ya la
celebración de lo único, de lo irrepetible (como cuando se está bajo el signo
de las nalgas, diferentes entre sí), sino una llamada a la repetición (todos
los ombligos son iguales). Parémonos en el tema fundamental, el que da título
al libro: la insignificancia. Es considerada la esencia de la existencia; está
en todos sitios y siempre, incluso en los momentos horrorosos (como ejemplifica
en la novela la historia de Stalin y Kalinin). Está vinculada al buen humor
(“Todos andan en busca del buen humor”, se titula la cuarta parte) y este a su
vez a la risa, un asunto destacado en la obra de Kundera.
Decíamos
que el tercer rasgo de las novelas del escritor checo era la inclusión del
género ensayístico dentro de ellas. En La
fiesta de lo insignificante esto ocurre con las meditaciones sobre el
ombligo, o sobre la relación entre Stalin y Kalinin, o sobre lo insignificante.
Esas reflexiones sobre los temas o motivos de la novela proceden en este caso
principal o exclusivamente de los personajes. Pero su sentido no cambiaría si,
como en La insoportable levedad del ser,
fuera el narrador quien interviniera de forma notable en este aspecto. Lo
importante aquí está en darse cuenta de estas dos cosas: las reflexiones forman
parte intrínseca de la novela y una reflexión en una novela no tiene carácter
apodíctico, sino hipotético. Es, en ese sentido de la palabra, un ensayo y no
una declaración; una duda, no una afirmación.
Y
pasamos a la última característica, que las novelas de Kundera comparten con
muchas de los últimos años. El pacto por el que el lector de antes fingía una
credulidad para quedar atrapado por las vidas de los personajes de una obra de
ficción, ha dado paso a una actitud menos ingenua, en la que él y el autor
reconocen explícitamente el carácter ficticio de la obra. Nos encontramos así
con narraciones en los que los personajes admiten su carácter de tales. En el
libro que nos ocupa, ese aspecto se insinúa en las ocasiones en que el narrador
interviene en primera persona. Nos enteramos así de que es el maestro de los
cuatro personajes principales y que él les ha proporcionado el libro de
Jrushchov donde aparece la historia de las perdices de Stalin. Pero se muestra
claramente en la ocasión en que Ramón dice: “nuestro maestro, que nos ha
inventado a todos”. La difusa separación entre el autor y el narrador funciona
aquí también como recurso metafictivo.
Desde
las preocupaciones y técnicas que forman el mundo literario de Kundera, este ha
querido tratar de la insignificancia en este libro y lo ha hecho con
personajes, estilo e historia ligeros (aun cuando en esta última aparezcan
momentos graves), dejándonos con la sensación de que la insignificancia no es
insignificante.
JUAN FERNANDO
VALENZUELA MAGAÑA
Sin comentarios.
ResponderEliminarGracias. Abrazo.
ResponderEliminar