domingo, 23 de noviembre de 2014

Reseña de la última novela de Kundera

KUNDERA. LA FIESTA DE LA INSIGNIFICANCIA
           
            Él último libro de Kundera, aparecido en las librerías españolas en traducción de Beatriz de Moura en septiembre de este año 2014, se titula La fiesta de la insignificancia. Las novelas de Kundera tienen al menos cuatro rasgos significativos. Por un lado, sus personajes son propuestas de existencias, ensayos vitales. Unas breves pero esenciales pinceladas nos los muestran y los vemos actuar desde unos pocos principios, personales, únicos, que los constituyen. En segundo lugar, sus novelas exploran un puñado de temas y motivos, que aparecen y reaparecen. En tercer lugar, su narración incluye como uno de sus elementos textos de apariencia ensayística, integrados de modo natural en ella. En cuarto y último, hay elementos metafictivos en los que se cuenta cómo se cuenta. He dicho antes al menos, y tras esta enumeración encuentro un quinto, que sólo mencionaré porque acometerlo alargaría inoportunamente esta reseña. Me refiero a la composición musical de sus novelas, generalmente divididas en siete partes (esta lo está) concebidas como movimientos musicales.
            Nos guiaremos, pues, brevemente por estos cuatro rasgos para entrar en La fiesta de la insignificancia, un libro ligero en apariencia (desde sus pocas páginas hasta su estilo) y también, aunque en un sentido nada obvio, en el fondo.            
            Los personajes son cuatro amigos. Uno de ellos (Alain) está dibujado con las tres siguientes pinceladas: su preocupación por el ombligo como signo erótico de nuestro tiempo (las mujeres comenzaron el milenio enseñando el ombligo), su tendencia a pedir siempre disculpas (en el libro el nombre que reciben esas personas es “perdonazos”) y su relación con su madre, que nunca quiso que él naciera y con la que habla imaginariamente. Al segundo, Ramón, le gusta deslumbrar y ser admirado, pero no envidiado, y desde su jubilación busca la soledad. Charles es fantasioso y su madre está enferma hasta el punto de que en un momento de la novela agoniza, y Calibán, su compañero a la hora de servir cócteles en casas particulares, es un actor en paro. Hay otros personajes además de estos, el más importante de los cuales es D´Ardelo, un Narciso que, como tal, observa su propia imagen en los ojos de los otros y busca embellecerla. Destacaré por su importancia en el tema principal del libro a Quaquelique, un ser insignificante que, debido precisamente a eso, a esa despreocupación que suscita en las mujeres, tiene más éxito con ellas que los brillantes D´Ardelo o Ramón.
            ¿Cuáles son los temas que aparecen en esta novela? La indiferencia, ligada al buen humor, y el ombligo. Hay otros asuntos, como el del ángel, que más bien funcionarían como motivos, es decir, elementos del tema o de la historia que reaparecen, a lo largo de la novela, en un contexto diferente. El tema del ombligo constituye una reflexión sobre el erotismo de nuestro tiempo (el erotismo es una preocupación constante en la literatura de Kundera). Si vivimos bajo el signo del ombligo eso quiere decir que el erotismo no es ya la celebración de lo único, de lo irrepetible (como cuando se está bajo el signo de las nalgas, diferentes entre sí), sino una llamada a la repetición (todos los ombligos son iguales). Parémonos en el tema fundamental, el que da título al libro: la insignificancia. Es considerada la esencia de la existencia; está en todos sitios y siempre, incluso en los momentos horrorosos (como ejemplifica en la novela la historia de Stalin y Kalinin). Está vinculada al buen humor (“Todos andan en busca del buen humor”, se titula la cuarta parte) y este a su vez a la risa, un asunto destacado en la obra de Kundera.
            Decíamos que el tercer rasgo de las novelas del escritor checo era la inclusión del género ensayístico dentro de ellas. En La fiesta de lo insignificante esto ocurre con las meditaciones sobre el ombligo, o sobre la relación entre Stalin y Kalinin, o sobre lo insignificante. Esas reflexiones sobre los temas o motivos de la novela proceden en este caso principal o exclusivamente de los personajes. Pero su sentido no cambiaría si, como en La insoportable levedad del ser, fuera el narrador quien interviniera de forma notable en este aspecto. Lo importante aquí está en darse cuenta de estas dos cosas: las reflexiones forman parte intrínseca de la novela y una reflexión en una novela no tiene carácter apodíctico, sino hipotético. Es, en ese sentido de la palabra, un ensayo y no una declaración; una duda, no una afirmación.
            Y pasamos a la última característica, que las novelas de Kundera comparten con muchas de los últimos años. El pacto por el que el lector de antes fingía una credulidad para quedar atrapado por las vidas de los personajes de una obra de ficción, ha dado paso a una actitud menos ingenua, en la que él y el autor reconocen explícitamente el carácter ficticio de la obra. Nos encontramos así con narraciones en los que los personajes admiten su carácter de tales. En el libro que nos ocupa, ese aspecto se insinúa en las ocasiones en que el narrador interviene en primera persona. Nos enteramos así de que es el maestro de los cuatro personajes principales y que él les ha proporcionado el libro de Jrushchov donde aparece la historia de las perdices de Stalin. Pero se muestra claramente en la ocasión en que Ramón dice: “nuestro maestro, que nos ha inventado a todos”. La difusa separación entre el autor y el narrador funciona aquí también como recurso metafictivo.
            Desde las preocupaciones y técnicas que forman el mundo literario de Kundera, este ha querido tratar de la insignificancia en este libro y lo ha hecho con personajes, estilo e historia ligeros (aun cuando en esta última aparezcan momentos graves), dejándonos con la sensación de que la insignificancia no es insignificante.

JUAN FERNANDO VALENZUELA  MAGAÑA


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