martes, 28 de enero de 2025

Caballos (II)

 Artículo aparecido en el Jaén el lunes, 27 de enero de 2025.


CABALLOS (II)

A los caballos que vimos hace dos meses me gustaría añadir dos o tres más. Comencemos con Hans, apodado “el listo”, que tan famoso fuera a principios del siglo pasado. Es cierto que podría preguntarle al chat GPT sobre este équido que conocí hace muchos años a través de un documental, pero sus respuestas me resultan frías. Por eso me gusta más acudir a otro recurso, también facilitado por internet, que es la hemeroteca. Leer la prensa de otra época es respirar su atmósfera. Uno se siente en pantuflas sentado cómodamente en un sillón junto a la chimenea y pasando las páginas de un periódico al que se encuentra suscrito, mientras de detrás de la ventana llega, amortiguado, el sonido de la calle: el ladrido de un perro, las voces del lechero, los juegos de unos niños.

El caballo Hans había sido enseñado por su dueño, el barón von Osten, que además de barón era maestro, a leer y a hacer operaciones matemáticas. Uno podía encontrarse en el humilde lugar en que hacía sus exhibiciones a embajadores, oficiales del ejército alemán uniformados, señoras de la nobleza del imperio o científicos. Situémonos allí entre ellos. El animal expresa los números golpeando el suelo con una de las manos tantas veces como unidades quiera indicar. Una inclinación de la cabeza a la derecha es , y a la izquierda no. Veamos qué pasa. A la pregunta del barón “¿Cuál es el día del cumpleaños del Kaiser?”, Hans responde con 27 golpes. A la pregunta “¿De qué mes?”, con uno. Dado que se trata del 27 de enero, es recompensado con zanahorias. “¿Cuánto hay que añadir a veintitrés para llegar a veintisiete?”, continúa el barón, y el caballo da cuatro golpes sin dudar. La polémica sobre si se trataba o no de un fraude llevó a nombrar una comisión integrada entre otros por el director del circo imperial, el inspector de escuelas o el director del Jardín Zoológico de Berlín, que pareció dar la razón al barón. Posteriormente hubo otra evaluación a cargo del profesor Stumpf. Este se dio cuenta de que el caballo se equivocaba si se le colocaban cubre-ojos de manera que no pudiese ver a las personas presentes. La conclusión fue que el animal observaba los ligeros e inconscientes movimientos del cuerpo de quien le preguntaba y los interpretaba como signos. El motivo último eran las zanahorias y nabos que constituían la recompensa. Puro condicionamiento operante, diría un psicólogo. Pero ¿no deja de ser maravillosa la capacidad de observación de Hans?

Cambiemos de caballo y de fuentes. De la prensa de hace un siglo pasemos a dos textos clásicos. En el libro II de la Eneida, Virgilio nos cuenta la historia del caballo de Troya, artilugio a través del que varios soldados griegos consiguieron introducirse en la ciudad fortificada y abrir luego sus puertas a los camaradas, provocando la caída de Troya. Pero fijémonos en el griego traidor que mediante un ardid ha engañado a los troyanos, quienes lo acogen permitiendo que luego facilite la salida de los escondidos en el interior del ingenio. Su nombre es Sinón. Acabo de encontrármelo en el Infierno de Dante, en el VIII Círculo, en el apartado de los falsarios y dentro de él en el de los embusteros. Precisamente es Virgilio el guía de Dante en este lugar alucinante que tan bien refleja una película de 1911 accesible en internet. En el mismo canto (el XXX) en que se halla Sinón, aparece un florentino que está en otra sección de los falsarios: la de los suplantadores de personas (en el infierno, locos furiosos, de acuerdo con una cierta relación entre pecado y castigo). Este hombre se puso de acuerdo con el sobrino de Buoso Donati para hacerse pasar por el tío moribundo y otorgar así testamento a favor del sobrino y de sí mismo. ¿Por qué lo traigo a colación? Porque el motivo último de tal engaño era… hacerse con una bellísima yegua.

         

Juan Fernando Valenzuela Magaña




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